En los últimos 15 años la Fundación Nativa ha hecho presencia en la parte norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, con el interés de conocer a las dantas o tapires residentes y sus amenazas para identificar la mejor manera de evitar su extinción prematura.
Hoy sabemos en donde se encuentran y aspectos de su comportamiento, información publicada en revistas científicas que hacen posible que estos datos sean parte del argumento para solicitar al Parque Natural Nacional Sierra Nevada de Santa Marta considerar la posibilidad de que el Parque se extienda por lo menos desde el río Palomino hasta el río San Salvador a la altura de la población kogi de Seviaka, como se ve en el mapa, para cobijar los últimos lugares con presencia de este Perisodáctilo.
Esta sub-especie endémica de danta Tapirus terrestris colombianus, Heshkovitz 1954, está categorizada oficialmente para Colombia en peligro crítico de extinción CR, en el Libro Rojo de Mamíferos de Colombia 2006.
Esta sub-especie endémica hace parte del Programa Nacional para la Conservación del Género Tapirus en Colombia, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible 2005.
La Fundación Nativa ya socializó con la oficina del Parque en Santa Marta, la necesidad de territorio protegido para las dantas, ya que se encuentran fuera del Parque, al igual que con la autoridad kogi en la Casa Indígena en octubre de 2017 y ahora esperamos las definiciones que son vitales para las dantas de la Sierra Nevada.
Lo particular es que la gran mayoría de los residentes que viven en el territorio a cobijar el Parque son indígenas con los niveles de aculturación más bajos del país, por lo que hay que tener prudencia para implantar la lógica occidental de la institucionalidad.
Desde el año 2001 hasta el presente se ha podido vivir las dos caras, la guerra y la paz… Para el caso de las dantas ha sido lo mismo, pero con repercusiones muy diferentes a la del animal humano. Nativa pudo conocer en el 2003 la muerte de una danta por un trampero de un campesino residente de esa época, para contener a unos zainos (Tayassu tajacu) que le comían sus cultivos y lo que cazó fue una danta. Este evento fue muy delicado, ya que en este territorio dominaban los paramilitares que “extrañamente” tenían la orden que quien matara una danta se moría… Por lo que este caso fue aclarado con la ayuda de otros líderes campesinos para defender la vida del implicado.
Curiosamente en el tiempo de intensa guerra no supimos de mas dantas muertas, pero cuando callaron los fusiles, quedaron las escopetas, pero esta vez no de los animales humanos civilizados, sino de los animales humanos indígenas que ya han cazado por lo menos a 4 dantas. La lógica indígena de la Sierra hace que no tengan culpabilidad si cazan una danta, "ya que si hacen pagamento al creador de la naturaleza pueden comerla". Sin embargo la condición poblacional de las dantas es tan minúscula que justamente es el máma kogi José Miguel Nuevita y su hijo Juan, de Nativa, quienes se encuentran convenciendo a las autoridades indígenas para que prohíba la cacería de dantas y la tala de los árboles en su actual territorio, ya que la demanda de tierra para sembrar comida es alta y las selvas de las dantas concentra la atención. Al parecer este proceso ya se dio con los arhuacos de Sabanaculebra sobre el río Palomino determinando la prohibición de la cacería de dantas.
En este nuevo año 2018, para evitar mas muertes de dantas, motivamos la expansión del parque lo suficiente (253km2) para que las últimas dantas o tapires de la Sierra Nevada de Santa Marta tengan territorio protegido que las cuide y se favorezca la población indígena con el fortalecimiento de los modelos agro-sostenibles compatibles con su tradición cultural y la defensa de la biodiversidad .